domingo, 26 de abril de 2015

La apuesta por la tradición: entrevista con Los Cojolites

El sueño, su trinchera: zapatear el futuro, la supervivencia


El sueño
Los sueños fecundan la poesía, y hay quienes sueñan que ventarrones de protesta se levantan, y que es el hombre campesino nuestra esperanza futura.* Quienes lo sueñan, además, se dicen afortunados porque su único patrón es la conciencia; se les conoce como Los Cojolites.
Me encontré con Joel Cruz, Benito Cortés y Ricardo Perry el pasado 16 de diciembre en las instalaciones de Verbigracia. Llegaron cansados. Antes de comenzar su itinerario en la ciudad de México para presentar Zapateando (Round Whirled Records, 2014), su cuarta producción de estudio, fueron a ofrendar Una luz por Ayotzinapa, concierto que ocurrió el 14 de diciembre en Tixtla y al que fueron convocados por los estudiantes de la Escuela Normal Rural “Raúl Isidro Burgos”.
Los Cojolites quisieron sumarse a la invitación no sólo porque vivimos un momento histórico, cuya responsabilidad —señala Ricardo Perry— está en esos jóvenes, sino porque llevan la música como bandera. Joel apunta que su llegada a Ayotzinapa “es una forma de poder solidarizarnos, desde lo que somos, de decir: aquí estamos, estamos con ustedes, sentimos lo que ustedes, no a la misma magnitud, pero reconocemos que están sufriendo una cosa que esperamos nunca sufrir y por su lucha, creemos, se pueden librar nuestros hijos e hijas de estos esquemas violentos; es un momento histórico en el que hay que sumar voces, generar otros espacios de protesta… Ellos [los estudiantes y familiares de los normalistas] tienen una agenda clara y nosotros desde la nuestra, que es la música, desde esa trinchera aportamos”.

Su trinchera
Relata Perry que ellos nacieron donde se crió la primera civilización de América, de los pueblos nahuas y popolucas del sur de Veracruz, y allí brotó el son jarocho: “nuestra música nació clandestina, nació agredida”, perseguida, apuntala Joel. Por ejemplo, continúa Perry, “en nuestro nuevo disco, los versos de ‘Las poblanas’, con los que iniciamos, son versos de más de 100 años y pareciera que lo hicimos para este momento y no, así han sido los versos de ‘Luna negra’ también; solamente los rebobinamos… y es el sentir de la gente sobre la opresión que siempre han vivido las comunidades indígenas en nuestro país, no es nuevo. Eso refleja la música, no es que seamos contestatarios, no hacemos música de protesta, tocamos el son jarocho como es el sentir de nuestro pueblo”.
Joel agrega que en la música de Los Cojolites hay un discurso político en defensa de su identidad, “y, en estos tiempos, la defensa de la identidad es algo contestatario, porque existen intereses internacionales que quieren hegemonizarnos, hacernos una misma pasta para que consumamos todo los productos que ellos sugieren; entonces, el son es una manifestación del pueblo, que forma parte de un universo cultural que nos identifica como habitantes de las tierras de los olmecas, y a partir de la defensa de nuestra música también defendemos nuestro territorio, nuestra comida, nuestras plantas, nuestro espacio, nuestra forma de hablar, pensar y crear, y ya implícito en ese proceso va un discurso. Es una expresión que nos hace ser distintos y poder dialogar con otras culturas y aportar”.
Y en este momento, Los Cojolites aportar cantándole a los estudiantes y vibrando contra la criminalización de los jóvenes, porque —recalca Joel—  en todos los espacios el gobierno se siente agredido por los jóvenes. Bien lo expresó la banda Massive Attack en octubre del 2014: Pienso, luego me desaparecen.

Zapatear
Dos años después de publicar Sembrando flores (Round Whirled Records, 2012), el disco por el que fueron nominados a los Grammy, Los Cojolites nos entregan Zapateando, disco que grabaron en San Francisco, bajo la producción de Greg Landau, quien una noche los fue a escuchar a La Peña Cultural Center, en Berkeley, California.
En ese momento, el grupo pasaba un trago amargo porque acababa de perder dinero (incluso hoy día, comenta Perry, siguen teniendo adeudos por Sembrando flores) y la producción que preparaba, pero Landau, de origen nicaragüense, se ofreció a re grabar el material. Al día siguiente grabaron el repertorio que hoy conforma Zapateando, en el que homenajean la herencia oral que recibieron de los maestros del son jarocho, como Donato Padua, cuyos versos retoman en “Las poblanas”, el primer sencillo de promoción, y donde también reconocen a la familia de Benito Cortés, familia de poetas de Chacalapa, Chinameca y Comején; versos que abordan la temática social de la época en que vivió don Donato y sigue vigente, comenta Joel.
Zapateando es una producción dinámica que en 37 minutos —continúa Joel— “retoma la espontaneidad de nuestra cultura; tenemos más de 20 años tocando individualmente, como grupo 15, 16 años… somos parte de una tradición del sur de Veracruz y también músicos contemporáneos; el disco refleja un equilibrio entre ambas partes: es un reconocimiento para los viejos maestros soneros, como portadores… Queremos regresarles un poco a ellos, de ahí esa sonoridad, más apegada a la tradición. En otros discos hemos explorado otras latitudes, pero de ahí el nombre de Zapateando, porque la fiesta de tarima es el corazón de nuestro pueblo.”
A diferencia de producciones anteriores como El Conejo y Sembrando flores, en Zapateando no hay composiciones originales de los miembros de Los Cojolites, sino que retomaron la versada de los viejos poetas, con una forma melódica distinta a lo que han presentado antes.
El objetivo —indican Los Cojolites— es demostrar que no sólo le apuestan a la fusión, sino al apego por la tradición.

El futuro
Los Cojolites surgieron hace 17 años como un proyecto cultural en Cosoleacaque, Veracruz, con el precepto de rescatar la identidad cultural de la región y bajo la urgencia por incentivar a los jóvenes a fortalecer las tradiciones y vida comunitarias.
A partir de la recuperación local se erigió el Centro de documentación del son jarocho, en Jáltipan, donde —cuenta Benito— hay actividades y taller de son jarocho para niños y jóvenes, pero no sólo se trabaja en la ejecución técnica, sino también en los valores cívicos y sociales que mucha falta hacen en estos tiempos tan difíciles”. Veinte años atrás, crearon, bajo la dirección de Perry, el Centro Cultural de Arte Popular eran conscientes de que el son jarocho es un arte ligado a la alfarería, el telar de cintura y la medicina tradicional.
Hoy día, a través del trabajo de escenario, Los Cojolites logran mantener el Centro de documentación, desde luego también gracias a los donativos que reciben anualmente con la organización, desde 21 años, de un festival que se realiza los días 27 y 28 de diciembre; también con colectas y ventas de discos. Además, imparten un seminario de estudios culturales y del son jarocho, en un predio que —rememora Perry— “llamamos Luna negra, destinado la recuperación de la naturaleza: hay áreas de bosque muy fuertes, así como siembra de semillas… y es nuestro trabajo de dar a la naturaleza lo que tanto le quitamos y ser consecuentes de cantarle a nuestros ríos, flores, aves, y queremos que sea ejemplo para los 11 pueblos indígenas que existen en la isla de Tacamichapan. Y si, por ejemplo, nosotros necesitamos la madrera de cedro para nuestras jaranas, pues tenemos que sembrarlo”.
Los Cojolites también siembran historia, conservando la memoria a través del resguardo de fotografías y videos, y también de un trabajo editorial, como la revista Son del sur, de la que han publicado 10 números, localizables en la biblioteca del Centro de documentación, donde se conservan documentos únicos que sólo pueden encontrarse ahí. Cualquiera puede, además, consultar su portal de YouTube, que este año publicó 350 videos, prácticamente uno por día, editados por Joel, Perry y el canadiense Gabriel Fields; sobre esto, agrega Perry: “esperamos continuar, nos faltan cientos de videos que grabamos hace años, importantes para entender el proceso histórico del son jarocho, desde el trabajo de viejos músicos que ya murieron y de la formación de Los Cojolites cuando eran niños; ahí esta nuestra historia, no queremos atesorar nada para nosotros ni vender”. Un legado noble.

La supervivencia
De la música sobrevivimos, confiesa Perry, por ello, Los Cojolites “decimos vivir juntos, porque no había de otra”. Así, bajo esta realidad, la agrupación tomó una vía de colectividad: juntar sus ganancias y comer juntos. “Lo poco que llega va para el proyecto, para las cuerdas de nuestros instrumentos, que son caras, para repararlos, y ahí andamos batallando”, agrega.
La vida de estos artistas, aunque el Grammy les atrajo prestigio internacional, es precaria; sin embargo, el consejo de Los Cojolites para los músicos (y no músicos) “es que hay que entrarle, todos sobrevivimos, le andamos rascando como cualquier trabajador… Lo satisfactorio es que hacemos lo que queremos y así debería de ser, sin tener patrones, más que nuestra conciencia. Somos afortunados, aceptándonos y soportándonos como somos, porque somos tan diversos que salir adelante es el respeto a cada quien: integrarnos socialmente hacia algo que nos dé alegría y sonrisas en un mundo tan complejo”.

Coda
No podía despedirme de Los Cojolites sin preguntarles por la historia detrás de “Luna negra”, son distintivo de la agrupación y uno de los más hermosos.
Perry, su director musical, la relató con emoción: “Estábamos en la biblioteca del Centro; estaba “Pelusa”, Carlos Rivarola, de Bandula, y “El pato”, de La maldita vecindad, apoyando la enseñanza de Los Cojolites…”
Preparaban un demo, antecedente de El Conejo, cuando a Noé González se le ocurrió un acorde. “… En ese momento se hizo el verso del estribillo de “Luna negra, negra luna,/ ¡negra!/ Color de tu madre”; una referencia de una música de los negros de Perú, porque Rivarola trabajó con Tania Libertad (Ahora que vino Susana Baca [los visitó en Jáltipan], nos dijo que le daba gusto que retomáramos esa frase.)… Empezamos a ver qué letra y me tocó a mí decidir que retomaríamos las décimas de Arcadio Hidalgo, muy antiguas… Las tomamos porque nos gustaban y pensamos que a larga estamos otra vez poniendo estos versos en una dinámica nueva; pareciera que inventamos la música, pero no, simplemente los retomamos”.
Durante los primeros días de lanzamiento, Zapateando se posicionó en el sexto lugar de ventas en Estados Unidos, y continúa dentro del listado de los primeros 100 discos. Aún se encuentran en pláticas para introducirlo en las tiendas mexicanas, pero en sus presentaciones en vivo y a través de las plataformas digitales puede adquirirse.  La próxima estación de Los Cojolites no es Esperanza, es India. Todo el éxito para ellos.

* Versos de Luna negra

Zazil Collins
Radio DJ | Escritora
**Próxima publicación

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