PRELUDIO
Las muñecas de las niñas tristes llovieron
sobre los sueños de duela vieja.
En invierno, las copas y candelabros
resplandecieron el negativo de tus fotografías
y los caminos de argento.
Las niñas siguen jugando en los peldaños.
No entendieron la persecución.
Nadie estuvo ahí.
Nadie está ahí, dijeron.
Pero tus ventanas deliraron,
en medio del bosque
esas historias
del asesinato cruel y la huida.
Todos comenzaron a perder la partida.
Aprendiste a cantar
para simular el silbato del cartero
entregándote las melodías de tu padre,
la canción de la hija única
y los nibelungos.
Una parvada de pequeñas criaturas negras mordió a Nico en los labios, y un coro cantó.
MEMENTO
Decantan pajarracos de Tananore en tus ojos
y esa cara fría
de tormentos y nuevos comienzos
marca con honor, corazón vacío,
tus huesos en pilares perennes.
Tú, Nico, que fuiste el nombre del hombre griego,
la mujer de Chanel en Coco, la de la Dolce vita
tumbando religiones falsas
de anarquías nazis y conquistadores,
desfalleciste sobre una bicicleta.
Oh, tanta proeza se convirtió en innuendo.
Fragmento de Junkie de nada
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