viernes, 14 de noviembre de 2014

El corazón, tan cerca de la boca

XL
¿Quién no ha sentido miedo por abrir la puerta blanca? Se preguntaba, con la escopeta, tan cerca de la boca, Desertor que, buscando cazar gallina, acertó al corazón en desahucio. Comía tierra, con el azar, tan cerca. En la pila de fusilamientos, Bardo grabó la palabra “burned” en sus ojos. La mujer del loto le habló a través de la cal. Quienes queremos cambiar estamos solos, y pagamos las consecuencias.

XLV
Cautivo piensa en las cosas que hace cantando. Hay bajonubes que tocan los cerros para anunciarnos la lluvia. De estratos, a sus costados, a mamuts insolentes, imponentes nimbus que nunca se cansan de montar. Remolinan la vida, con el frío lila; una presa donde el sol esconde la neblina. El blanco de la membrana elástica del vaho. Un instante que desaparece, cuando su mano se hace la filipina, después de una seca velada con su lengua. Al verdor del fuego de la piedra contra la piedra, la maría del viento en su alma despierta. Tan cerca, donde el corazón es despoblado, a través del hielo. La sal se encuentra con el patíbulo, por donde se interna. Destella desnudo. Encama. 

XLVI
Un caracol peregrino se aconcha al abrigo de la tierra. Yo abajo al lugar de los oradores, frente a la lápida de Bardo. Desertor siempre extranjero entre invasores pastorea copos y aprehende el tiempo desde la premonición. Como sedas al mar, vela cúmulos de piedras en las que nada ha logrado anclar; bajo un agua oculta de ojos de bruja. Desertor repiensa la telaraña, nimbusorvallo del temperamento del cielo. Dibuja las vértebras a sus cirros, nimbófilo 29462: domicilio sin recuerdos. Entre Tabucchi y Bazlen, el mar de Tanner supo situarle tantos vapores, como olas al viento de Penderecki. Trenos.



Zazil Alaíde Collins

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